Recuerdo el aroma ahumado del traje y la sensación de mis manos al colocarme los guantes ásperos y húmedos. El peso de los equipos de protección ya era incómodo sin estar mojado y aún no me enfrentaba al escenario de prácticas. Cuando me dirigía hacia el centro de la refinería, noté que mi caminar se hacía lento y torpe por la mezcla de miedo e inexperiencia hasta que logré adaptarme al movimiento. El casco era incómodo y mi escudo: una manguera con boquilla que parecía querer huir de mi control era todo lo que tenía.
Tras familiarizarme con los equipos, llegó lo inevitable: La boca de fuego se volvió protagonista, dándose vida propia no solo para mostrarnos su belleza, sino también para revelar su poder destructivo, el cual nos lanzamos a combatir. Mis compañeros, igual de novatos, me sostenían en posición para mantener al equipo en pie y este apoyo nos permitió avanzar en contra de la energía que nos halaba hacia atrás, lo único que no retrocedía era la adrenalina que se produce al sentir el choque de dos elementos: agua y fuego combatiendo.
Pero no era lo único que se confrontaba. Mis pensamientos tenían una lucha entre lo técnico y lo humano. Por un lado, debía estar clara y concentrada, ya que un pequeño error podía poner en peligro toda la operación; mientras que, por otro, los miedos, las sensaciones y las motivaciones me hacían pensar en sobrevivir para siempre volver a las sonrisas y el café de las mañanas con los seres que amas.
Tras la batalla el alivio llegó a mi cabeza. Y aunque solo fueron 45 minutos de práctica, a mí me parecieron mil horas. Era la primera vez que utilizaba un traje de bomberos, aprendí que mi cuerpo necesitaba refrescarse, incluso antes de quitármelo. Me senté lentamente y sonreí cargada de admiración por quienes eligen esta profesión; tras vivir esa experiencia concluí que solo un corazón voluntarioso y armado de valor puede enfrentarse día a día a esta labor.
Y es que, para mí, solo fue un primer intento y mi piel quedó marcada por la exposición a las llamas, como si 45 minutos hubieran sido todo un día bajo el sol. Una sensación que seguro pasará con una crema humectante en la noche, pero que jamás podrá borrar la marca que deja este día en mi corazón.
Pensé entonces: ¿Qué hace que una mujer decida hoy día ser bombero?
Durante la Segunda Guerra Mundial muchas mujeres fueron bomberos voluntarios para poder reemplazar a sus esposos quienes habían sido llamados al ejército, un voluntariado que pudo ser forzado por la necesidad; y que dejaron docenas de estas mujeres bajo el recuerdo valiente de morir cumpliendo su labor.
Desde épocas anteriores hemos visto cómo las mujeres empezaron a llenar los espacios que eran asignados solo a hombres, por lo que me pregunto: ¿qué otras razones llevan a una mujer a convertirse en bombero? tal vez la pérdida de un ser amado, la carga heredada de una profesión familiar o el desafío de demostrar que esta profesión no es solamente masculina. También puede ser el gusto por lo extremo o simplemente un giro del destino que en ocasiones tiende a ser caprichoso.
Si bien todas tienen un inicio diferente, el desenlace es el mismo: “servir”. Esta, es una profesión que se convierte en un estilo de vida, una labor que crece con el primer “gracias” y que nunca termina; pero no siempre todo es color de rosas, hay finales y experiencias que estas mujeres cargan como poniéndole un parche nuevo al uniforme, fácil de adherirse en el alma; momentos en los cuales han tenido que rescatar el cuerpo de un amigo del colegio o la sensación de impotencia eterna que deja una amarga operación fallida. Esto, sin nombrar las dudas de la sociedad bomberil sobre las capacidades de la mujer en este gremio.
En Colombia hoy en día hay más de 3.500 bomberas de las cuales 100 son comandantes, entre ellas 122 indígenas y 222 de la comunidad afrodescendiente. Ya son más de 200 años que las mujeres hacen parte de la lucha contra incendios, desde Molly Williams, quien fue una de las pioneras en este oficio alrededor de 1815 en New York, pasando por Enriqueta Reyes conocida como “La Coronela” en Cuba, hasta Andrea Hall quien se dio a conocer al mundo en el juramento a la Bandera del presidente Joe Biden.
Estos ejemplos solo muestran cómo la mujer toma el liderato en el mundo de las emergencias, aprendiendo, construyéndose y dando lo mejor de sí para mejorar esta profesión. Un ejemplo de ello fue el primer curso de SISTEMA COMANDO DE INCIDENTES, dado por SACS ACADEMY este año 2021, donde ocho mujeres fueron partícipes, cambiando el histórico, cuyo promedio era de dos mujeres en los últimos años. Estas mujeres no solo están cambiando el sector, no solo están mejorando la profesión y están aprendiendo más, también están llevando a cabo el servicio más pesado de todos; SALVAR VIDAS.
Jennifer Delgado Tabares